lunes, 15 de febrero de 2010

Sobre Pituca


Pituca López Repetto nació  el 16 de septiembre del año 1926 en el ceno de una familia tradicional de la localidad de San Isidro. Fue la “hija de la vejez” como ella misma lo dice, tanto así que no llegó a conocer a sus hermanos más grandes.

Lito, su padre, era el dueño del mejor restaurante de Buenos Aires en ese momento: “Las Delicias”. “Las principales papas sufflé se hicieron en su restaurante” cuenta Pituca. Su primo trabajaba de día y él de noche. Carlos Gardel, muy amigo de él, le decía: “Pepito cerrá que vamos a cantar”, lo adoraba y cantaba para Lito. Pituca tenía tan solo ocho años cuando murió Gardel y aún recuerda como lloró su padre.
Los personajes más importantes de esa época iban a Las Delicias.

Su padre era completamente retrógrado, tanto así que nunca quiso comprar un auto por más que su posición económica era realmente buena. Lita, su madre, encargó uno y cuando este llegó a la casa Lito amenazó con irse sino lo devolvía. Nunca compraron el auto. En cambio Lita era muy emprendedora, fue ella la que compró una casa en Córdoba donde veranearían todos los años. “Mamita era extraordinaria” dice Pituca con ternura y anhelo.

Su hermana Porota hizo el rol de madre, ya que esta era muy grande. Porota le compró los primeros taquitos “carretel”, las primeras medias de “muselina”. Lito la veía como una española por la alegría que irradiaba y por eso le compraba todas camisas con florones y lunares colorados. Como sabia que ella sufría mucho de los pies todos los años le compraba él mismo los zapatitos del colegio.

Abalada por su hermana Porota ingresó en la escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón de la Ciudad de Buenos Aires al terminar sus estudios secundarios. Un desafío para una mujer en esa época, primero el seguir una carrera y luego el hecho de estudiar “arte” que era considerado para las “locas”, sobre todo por su padre. Así fue que al egresarse Lito incendió todas sus obras…

A sus 22 años se casa con Evar A. Pérez Leirós, un ingeniero que llegó a ser ministro de obras públicas de la Argentina. Juntos se mudaron a un pueblito en la provincia de Córdoba llamado Salsipuedes. Tuvieron tres hijos. Esa primera época en Salsipuedes la recuerda con amargura “No había un alma”, cuenta, y además al irse tan lejos perdió contacto con sus mejores amigas “Salvo con Cuca”. Tuvieron que trabajar mucho para poder volver a alcanzar el status económico al que ella estaba acostumbrada. “En Córdoba estaba aburrida, ya no sabía que hacer...hacia quintas en el jardín donde plantaba verduras, hice toda la ropa de los chicos, pantaloncitos, sobretodos, las cortinas, los cubrecamas, adornaba la cocina con mis bordados, era muy trabajadora”.

Fue profesora de arte en el colegio Nro 25 de la capital donde enseño por 23 años. Sus alumnos la adoraban. En esa época se hacían fiestas donde se reunían los colegios de toda la capital y las provincias y sus alumnos ganaban siempre el primer y segundo premio. Ella ganó la medalla de oro como mejor profesora, la cual regaló a su directora. La revista Billiken publicó una nota sobre esta escuela debido a la cantidad de premios consecutivos que ganaban en arte sus estudiantes.
Cómo mujer de un político Pituca tuvo la oportunidad de viajar alrededor del mundo. Esos paisajes que visitó fueron una inspiración para su obra como artista. Amante del arte precolombino y africano su casa aún conserva las piezas que recopiló en sus andanzas.

Su obra evoca paisajes que han quedado en su recuerdo, pintando dentro de su atelier una vez que ha regresado a casa. Podemos encontrar cholas bolivianas, paisajes rojizos del norte argentino, inundaciones, desde “villas miseria” (como dice ella) hasta las ciudades griegas más tupidas.

A Pituca se la puede considerar una eterna amante de la naturaleza: en sus cuadros abundan flores y animales. Siempre se dedicó devotamente a su jardín y por toda la casa podemos encontrar pequeños arreglos florales hechos muy a la ligera, como muchas de sus mini obras, rayitos de inspiración momentánea, son los “Pituca ready-mades”.

En su obra encontramos cerámicas, esculturas, grabados y pinturas. Con el paso del tiempo la pintura se convirtió en su expresión primordial.

Pituca junta cositas, recolecta, transforma, crea. Le gustan los tesoros baratos, de las casas “todo por dos pesos” y eleva éstas cositas que nadie les da importancia ni valor a la categoría de arte en sus arreglos florales y “ready-mades”. Su obra en la tercera etapa de su vida es auténticamente kitsch. Como dice Klemm “Ronda la genialidad o la grandeza”. Porque como verdadera obra plasma su forma, su modo de vida, refleja su simplicidad y su asombro, eleva al plástico a la categoría de oro para quien sabe sumergir su mirada al mundo de la fantasía. Me gusta esta esa frase que dice “No es una joya, es de fantasía”, inmediatamente se abre un mundo maravilloso para una mente no capitalista o materialista, porque es de fantasía ¡Es mucho más de lo que vemos! Es el sueño de alguien. Son los sueños de Pituca. Ella ve oro en el dorado.

Pituca es una artista pero ante todo es madre, abuela y bisabuela. Dejó su carrera en segundo plano para dedicarse por entero a su familia. Confeccionó toda la ropa de sus hijos cuando eran pequeños, tejió los sweaters para sus nietos y hoy teje para su bisnieto. Cocinó toda su vida, tan bien que hizo de su cocina un arte. Las recetas de Pituca son usadas por sus hijos en sus restaurantes. Sus milanesas… ¡El mayor legado!

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